FÚTBOL Y TERRORISMO
La repercusión del fútbol a nivel mundial y su dimensión
hace que sea objetivo, en muchas ocasiones, de indeseables que buscan una
amplia caja de resonancia de sus actos. Llevamos años comprobando como grupos
de violentos, escudados tras unas supuestas ideas políticas radicales, se
instalan en los estadios y en los clubes de fútbol.
Ahora, el asunto ha llegado mucho más lejos. Los
desgraciados acontecimientos de París han hecho sonar todas las alarmas en el
mundo entero y, de nuevo, el fútbol se ha encontrado en el epicentro de un
terremoto de consecuencias incalculables: grandes acontecimientos futbolísticos
en el punto de mira, partidos suspendidos, extrema seguridad, miedo… Realmente,
buscar una razón lógica es una pérdida de tiempo. El fútbol, con sus
excepciones, es un ejemplo de tolerancia, solidaridad y convivencia.
En un equipo de fútbol conviven personas de diferentes
razas, distintas religiones e ideas políticas variopintas. Nunca es el problema.
Ni en la relación entre jugadores o entre clubes. Hay jugadores que rezan antes
de los encuentros, que muestras camisetas con la imagen de Jesucristo, que se
persignan antes del comienzo de un encuentro y, jamás, hubo un reproche ni en
el campo ni en la grada por hacer públicas sus creencias. El fútbol, en esto,
es un ejemplo. Es más, los absurdos gritos racistas se producen contra
jugadores del equipo contrario, nunca hacia los propios, aunque el color de su
piel sea el mismo.
Por todo ello, la maniobra del terrorismo más radical intenta
golpear el corazón de una sociedad y, entre sus debilidades, se encuentra el
fútbol. La actitud ha sido la correcta, la necesaria. El ejemplo lo ofrecieron
las aficiones de Inglaterra y Francia con la Marsellesa como símbolo de la
unión en contra del terrorismo.
No obstante, tenemos mucho que mejorar. La respuesta, en
esta ocasión, ha sido contundente. Sin embargo, debemos aprender a no medir la
importancia de las tragedias por el lugar en el que ocurre. Si la solidaridad
internacional funcionase de la misma forma, y utilizara también los
acontecimientos deportivos para tener repercusión con otras tragedias que se
producen en otros continentes –África, Asia…,- tendríamos la sensación de estar
contribuyendo a un mundo mejor, sin muertos de primera y segunda categoría.