EL CASO PIQUÉ Y EL CASCABEL DEL
GATO
El fútbol español se ve obligado
a afrontar, e intentar solucionar, uno de los problemas más complejos que
recordamos. La cuestión tiene muchas aristas y hay que abordarla desde
diferentes puntos de vista: rendimiento y compromiso del jugador, libertad de
expresión, política y deporte, rivalidad extrema y comportamiento del
deportista. De este cóctel, ha surgido el caso Piqué, un futbolista de alto
nivel que es silbado por los aficionados cuando viste la camiseta de la
selección nacional.
Si empezamos por los datos
objetivos, Gerard Piqué es un jugador que lleva años defendiendo la camiseta de
España, en las diferentes categorías, con un magnífico rendimiento, que ha sido
convocado por diferentes seleccionadores y nunca se negó a hacerlo.
Sin embargo, han aparecido en
escena dos complicadas mezclas. Por un lado, la política y el deporte; por
otro, la extrema rivalidad y la selección. En el primer caso, el jugador se ha
pronunciado sobre la consulta sobre la independencia de Cataluña, los silbidos
al himno y a sí mismo. En ningún caso, Pique ha reconocido desear la
independencia de Cataluña, aunque muchos han intuido que es así. No obstante,
otros jugadores del Barcelona tampoco censuraron los pitos al himno, quizás por
temor a contrariar a gran parte de la afición de su equipo, pero no lo
hicieron. Y el tratamiento no ha sido el mismo.
Abordado el caso desde al punto
de vista de la libertad de expresión, todas las partes tienen derecho a
expresar lo que sienten, pero el cóctel final es muy negativo para todos.
El asunto va más allá. En su
club, Piqué ha hecho continuas referencias al eterno rival, con más o menos
gusto. Una gran parte de la afición contraria ha trasladado su fobia al jugador
a los partidos de España. Si volvemos a la libertad de expresión, todo vuelve a
estar permitido, pero deberíamos acudir a algunas normas de respeto elementales
para que la convivencia sea más agradable.
Por supuesto, hay que comenzar
por el hecho de que los jugadores tengan conciencia de la repercusión de sus
actos. Piqué no ha medido, o no le ha importado, la repercusión de ciertas
conductas fuera del terreno de juego. Sin duda, esto no le ha ayudado. Los
deportistas son espejo de muchos, y la repercusión mediática de sus actos es de
tal magnitud, que no deben pasar por alto sus consecuencias. Viven de su
talento… y de su imagen pública. Hasta el momento, por su personalidad o su
forma de ser, este apartado no ha tenido solución.
Desde el punto de vista del
público, es evidente que el que paga la entrada para ver un espectáculo tiene
ciertos derechos a la hora de pronunciarse, pero también es evidente que no
beneficia ni al fútbol de la selección ni a su imagen. Ambas partes tienen el
respaldo de la libertad de expresión. Sin embargo, si no hay un paso atrás y
revisamos también las normas de respeto y de la buena convivencia, será
complicado que alguien le ponga el cascabel al gato.